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El cambio ya está aquí

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Ayer publiqué este artículo en La Vanguardia:

El cambio ya está aquí.

“Change is here”, gritaba satisfecha alguna invitada a la toma de posesión de Barack Obama sentada muy cerca del atril presidencial. Lo repitió unas tres o cuatro veces, mientras el ya presidente saludaba afectuosamente a los Biden. Lo repitió mientras, en un breve gesto, los presidentes 43 y 44 se intercambiaban un saludo.

El cambio está aquí. Eso debieron pensar millones de personas al escuchar por primera vez los acordes del “Hail to the Chief” dedicados al presidente Obama, mientras el batallón de honor atronaba la capital norteamericana con sus salvas. Almas y corazones en todo el globo sintieron que algo ya había cambiado en medio de un ritual que sólo cambia a trompicones. O a base de errores del juez que administra el juramento.

Hemos presenciado, con una mezcla de emoción, normalidad y admiración, infinidad de imágenes de este relevo. Todas ellas, oportunidades que nos han escenificado esta ruptura de los ritmos vitales de una nación que influye más allá de sus fronteras. Nos quedarán para el recuerdo, no sólo las impresionantes imágenes de una capital federal tomada por millones de personas en comunión y emocionadas; también la imagen de un soldado cambiando la foto de Bush por la de Obama en Guantánamo, el cambio casi al minuto de la página web de la Casa Blanca y toda su vocación de presencia en la web o la sensación que en política ya estamos un peldaño más arriba, en una época en la que la responsabilidad ciudadana va a jugar un papel importante.

La auténtica estela de cambio, sin embargo, viene del Despacho Oval. Va más allá de las fotos de un Obama en mangas de camisa -el Presidente Bush no permitía que nadie entrara en la sala en mangas de camisa o sin corbata-, del hecho que por primera vez entre un ordenador portátil o que un presidente tenga una BlackBerry en la sala. Sí, lo sé, acabo de contribuir a aumentar el valor de la valoración publicitaria que la compañía de estos aparatos ha tenido sin quererlo ni beberlo de un día para el otro: 25 millones de dólares. Y sumando. El cambio de verdad, pues, viene de los pasos políticos que se han tomado en esta última semana.

Obama es consciente, como la mayoría de políticos, de la importancia de gestionar correctamente la comunicación de los primeros 100 días de gobierno. Sabe que el mensaje que envía en cada acción es decisivo para fijar en los ciudadanos las ideas clave de su mandato. O lo que es lo mismo, dar hechos a las palabras tantas veces repetidas.

En el caso de los Estados Unidos, este proceso empieza incluso antes que, por ejemplo, en España. El largo período de transición nos permite empezar ya a trabajar estos aspectos. Por ejemplo, Obama habló mucho durante la campaña de la necesidad de acabar con la división de los blue states (Estados demócratas) y los red states (Estados republicanos), y mantuvo al Secretario de Defensa del gobierno Bush en su cargo. Ahora que está en la Casa Blanca ha tenido que empezar a hilar su proyecto político.

Las primeras decisiones van en esta dirección: el cierre de Guantánamo, la búsqueda de la estimulación económica, atajar el cambio climático y el acercamiento al mundo musulmán. Es especialmente significativo el carácter de las imágenes que nos ha mostrado cada decisión, Obama siempre rodeado de gente, marcando ese carácter de trabajo en grupo para beneficio del grupo. La fuerza del We que tanto le sirvió en campaña está al servicio del gobierno.

Pero de entre todas estas acciones, que tendrán caminos y suertes mejores o peores, es sorprendente el acercamiento al mundo musulmán. Si un gesto vale más que mil palabras, mil discursos o mil resoluciones de Naciones Unidas; que Obama conceda la primera entrevista a una cadena saudí tiene un potente mensaje de aproximación al incomprendido y odiado -a partes iguales- mundo musulmán.

Se intuye un giro de 360 grados en las políticas seguidas por su antecesor en el cargo. Una oposición diametral a lo defendido por Bush, no sólo ya en teoría económica, sino sobre todo en el auténtico caballo de batalla del tejano: la personificación del mal en el mundo musulmán. Arriesgada apuesta la de Obama en una sociedad con el recuerdo del 11S aún muy presente y con una inmersión de casi 7 años en el miedo, el recelo y el odio hacia esta comunidad.

Habrán sentido estos días a multitud de analistas, tertulianos y parroquianos de los lugares que ustedes frecuenten que Obama lo tiene difícil. Que las expectativas son altas, que quizás no podrá con todo. Que está condenado al fracaso y a la decepción. Conjeturas y elucubraciones prematuras, sin duda. Obama tiene un mandato por delante, con una fuerza y una voluntad renovadas. Y con unos 100 primeros días para convencer al mundo que, como decía la asistente a la inauguración, el cambio ya está aquí.


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